Juan Manzur no tiene tiempo para perder. Su designación como jefe de Gabinete de ministros de la Nación ha sido, por un lado, un reconocimiento a ese dirigente que, por todos los medios y en distintos ámbitos, intentó proteger al presidente Alberto Fernández de tantos embates en tiempos de pandemia de Covid-19. El gobernador de Tucumán, en uso de licencia, sin embargo, enfrenta un duro escollo frente a quien lo colacionó por carta que debía asumir el rol que ocupa en la Casa Rosada. Cristina Fernández de Kirchner quiere que el tucumano coseche rápidamente algunas adhesiones federales para revertir el resultado electoral de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) hasta el 14 de noviembre, el próximo turno electoral, que definirá la composición en ambas Cámaras del Congreso de la Nación. Hay quienes sostienen que, más que un premio, la asunción de Manzur en tan vital cargo también es una suerte de ancla política si no logra los objetivos propuestos por la alta conducción del Frente de Todos.
Manzur sabe que se juega mucho más que su segundo paso por un gabinete nacional. Antes acompañó como ministro de Salud de Cristina en tiempos de la Gripe A. Quienes lo vieron trabajar ayer cuentan que, en su primer día de trabajo en el cargo, el sanitarista se sintió como pez en el agua porque una de las primeras medidas que debió anunciar se relacionaba con un área en la que está al tanto de lo que pasa: la salud y las derivaciones de la pandemia. Por la tarde, miró de reojo lo que sucedía con el Consejo del Salario Mínimo, allí donde se sienta gran parte de la dirigencia (sindical y empresaria) que constituye el soporte para su paso por la Jefatura de Gabinete.
Manzur ha desembarcado en un puesto que administra $ 37.000 millones al año y que tiene la potestad de direccionar las políticas de todos los ministerios. Precisamente, una de las consignas que le ha encargado el jefe de Estado es federalizar aún más la distribuciones de los programas laborales y asistenciales a zonas más castigadas por la indigencia y por la pobreza. La dimensión de ese problema socioeconómico se conocerá dentro de una semana, cuando el Indec difunda los datos al primer semestre de este año.
¿Cómo está dentro del gabinete de Alberto Fernández? ¿Con quiénes tiene más diálogo y más confianza? El mandatario tucumano ha cosechado relaciones estrechas con todos los colaboradores del presidente de la Nación; con algunos más que otros. Pero hay dos con los que el trato es más asiduo y en los que se apoyará para sostenerse: el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y el titular de Economía, Martín Guzmán, con quienes cosecha una amistad anterior a la llegada del Frente de Todos a la Presidencia. Otro con el que tiene una buena sintonía es con su antecesor en el cargo, Santiago Cafiero, que ahora es ministro de Relaciones Exteriores.
Manzur y el politólogo hicieron una suerte de enroque de funcionarios. Cafiero se llevó a la economista Cecilia Todesca para que ocupe la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, un cargo en el que venía desempeñándose Jorge Neme, uno de los más estrechos colaboradores del gobernador tucumano. Este ocupará la vicejefatura de Gabinete, según señalan en la Casa Rosada. Lo que aún no ha definido Manzur es quiénes y cuántos funcionarios tucumanos más recalarán en la órbita nacional. Muchos son los nombres y pocos los cargos a cubrir que tal situación desvela al vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo, Osvaldo Jaldo, que no sabe con quiénes contará en el gabinete local para retomar el ritmo que Manzur venía imprimiéndole a la gestión provincial. Hoy, muy temprano, el reemplazante natural del gobernador tiene previsto encabezar la primera reunión con ministros. En esa cumbre habrá dos ausencias notorias: la del titular de Economía, Eduardo Garvich, quien sigue en Buenos Aires en misión oficial, y la de la ministra de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, que ha pedido unos días de vacaciones.
Garvich es apuntado como otro de los colaboradores que acompañarían a Manzur en la Jefatura de Gabinete, pero hasta ahora no hubo novedades. Por de pronto, el titular de Economía está abocado al diseño del proyecto de Presupuesto Provincial para 2022, y ya tiene una de las principales pautas financieras: la asignación de unos $ 228.000 millones con recursos provenientes de transferencias federales por todo concepto, según el Cálculo de Gastos y de Ingresos nacionales ha elevado al Congreso la semana pasada. Ese dinero ¿es mucho o es poco para el desenvolvimiento de las actividades estatales tucumanas? A prima facie, aquellos millones son el sustento de un Presupuesto en el que el gasto público podría observar un incremento interanual de entre 35% y 39%. Jaldo, en tanto, sabe de las limitaciones financieras del sector público. De su paso como ministro de Economía, el vicegobernador recuerda una ecuación que ha crecido casi al mismo ritmo que la inflación. Los salarios representan cerca del 60% del gasto total; otro 20% a 25% deberá destinarlo a los gastos de funcionamiento, mientras que el resto se distribuye entre otros poderes y organismos descentralizados. Más allá de las pujas de poder, sabe que necesitará de la muñeca de Manzur para gestionar fondos para obras públicas.
Manzur y Jaldo están obligados a actuar en consenso. La sociedad tucumana estará esperando soluciones de ambos para mejorar los índices socioeconómicos y cambiarle la cara a la economía local, más allá de las pujas de poder, de las elecciones y de sus intereses particulares.